VENEZUELA ESTÁ ENFERMA

Por: Fernando Vegas T.

Poniendo de lado la actual pandemia del Covid19 que lo ha paralizado todo, nos preguntamos: ¿Qué es lo que nos ocurre que estando bendecidos por la naturaleza con riquezas petroleras, mineras, tierras aptas para diversos cultivos y ganadería, con playas maravillosas y paisajes de nevadas montañas andinas, selvas y desierto capaces de atraer el turismo mundial, no podemos tener una economía generadora de prosperidad para todos los venezolanos?

Es una pregunta universal. La hemos escuchado en muchas conversaciones sencillas y elaboradas. En nuestros hogares y centros de estudio.

Los políticos suelen culparse entre sí. La derecha a la izquierda y viceversa. Creamos o exageramos la importancia de enemigos externos a quienes cargarles la culpa de todo lo malo que ocurre. Muy poco miramos  intra muros con ánimo de encontrar errores y corregirlos, lo que no obsta para que seamos acervos críticos de connacionales que consideramos adversarios, al extremo de intentar destruirlos como si de enemigos se tratase.

Venezuela, ese país descrito en el primer párrafo, actualmente sufre los rigores de un pésimo gobierno. Probablemente el peor de su historia. En general, sus dirigentes son personas de poco estudio, mal preparadas, descorteses y groseros. Algunos más y otros menos. Como islas asoman uno que otro con título profesional, buenos lectores y hasta amena conversación. No obstante, el ambiente que deriva de un ejercicio del poder omnímodo, prepotente y corrupto hasta la perversión los convierte en asesores de la tiranía, son el talento detrás del trono. A su vez, éstos se rodean de grupos de bachilleres y falsos intelectuales que vienen a ser los cuadros medios de gobierno y partido que manipulan las empequeñecidas masas de empleados públicos y sus entornos de familia, comuneros, guapos de barrio, colectivos delictuales. Este esquema organizativo se reproduce en el mundo militar.  Innumerables  generales* –no todos por supuesto- administran parcelas de negocios derivadas de empresas del estado o privadas que ya por suministro de materia prima, por protección o por mera sociedad se involucran con ellos y para operar utilizan los rangos militares como los cuadros medios de los partidos políticos, correspondiéndoles a todos su participación monetaria conforme a la jerarquía. En las cúpulas, tanto civil como militar, observamos mucha sagacidad, acompañada de una gran capacidad para mentir con desparpajo y falta de escrúpulos éticos.

El presidente Chávez extremó la economía rentística petrolera y el presidente  Maduro acabó con PDVSA y con ello la producción cayó a su mínima expresión. De manera que sin ingreso de divisas derivadas de la exportación de petróleo no hay palanca para el desarrollo, pero tampoco para importar sostenidamente comida, medicinas ni suplir las carencias de nuestra manufactura que son muchas. Tenemos una economía de subsistencia y el país requiere una economía de crecimiento y desarrollo. La administración actual no reúne las condiciones para llevar a cabo las políticas requeridas e intentar salir del atolladero, tampoco para encontrar el apoyo crediticio externo.

El gobierno que tenemos desde hace más de veinte años, se originó en una amplia victoria electoral que llenó de esperanzas a la mayoría de los venezolanos, pero paulatinamente fue derivando de bueno a menos bueno, regular, malo, hasta llegar a ser superlativamente el peor de todos. Sin embargo, sin dejar de decir que revisando gobiernos anteriores habrá el que tuvo más cosas positivas o negativas que otro, nunca podríamos afirmar que alguno fue excelente. Por el contrario, nuestra reciente historia registra una evidente decadencia en todas las áreas que condujeron a la entronización de la llamada Revolución Bolivariana, Socialista y Democrática que no es Bolivariana ni Socialista y mucho menos Democrática.

Incluso, hace poco más de siglo y medio atrás podemos encontrar en los diez años de gobierno de los hermanos Monagas una situación similar a la actual. En efecto, entre 1848 y 1858, el nepotismo, la corrupción, la crueldad, el desconocimiento de la Constitución y las leyes, el debilitamiento institucional de la República, con la salvedad del Poder Ejecutivo, pusieron al país en trance de naufragio. El canibalismo político entre la llamada Oligarquía Conservadora encabezada por Páez, Manuel Felipe Tovar y otros, y la Oligarquía Liberal que venía siendo liderada por Antonio Leocadio Guzmán, primero, y por quien, para el momento era presidente, José Tadeo Monagas, se libraban terribles enfrentamientos que arruinaban a la nación. A Monagas lo tumba un golpe de estado promovido por los conservadores y realizado por el General Julián Castro quien decreta la expulsión del país de Guzmán y Monagas. Se avivaron los tambores de la guerra. Para evitarla, Castro convocó la Convención de Valencia que se reúne el 5 de julio de 1858 con el fin de redactar una nueva Constitución. Allí la polarización se manifestaba entre los Conservadores que eran Centralistas y los Liberales que eran Federalistas. El quid de la cuestión era pues, Centralismo o Federación. Tema que Antonio Leocadio Guzmán quiso zanjar afirmando: “No sé de dónde han sacado que el pueblo de Venezuela tenga amor a la Federación, cuando no sabe ni lo que esta palabra significa; esa idea salió de mí y de otros que nos dijimos: Supuesto que toda revolución necesita bandera, ya que la Convención de Valencia no quiso bautizar la Constitución con el nombre de federal, invoquemos nosotros esa idea, porque si los contrarios hubieran dicho Federación, nosotros hubiéramos dicho Centralismo” (Guzmán, elipse de una ambición de poder, Ramón Díaz Sánchez, Tomo II, página 83. Editorial Mediterráneo 1975)

En diciembre de 1858 se promulga la nueva Constitución. Muy tarde, la guerra estaba en marcha. Había comenzado la Guerra Federal que concluyó en abril de 1863 con el Tratado de Coche y que según el historiador Rafael Arráiz Luca dejó 200.000 muertos en 367 batallas y 2.467 enfrentamientos.

¿Cuál es ese motor que mueve a los venezolanos y no los deja ponerse de acuerdo? Dice Díaz Sánchez, refiriéndose a los hechos narrados por él en la citada obra, que por más que fundamenten sus diferencias en estrategias políticas y militares, en el fondo no son sólo esto. También “actuaban los regionalismos, las ambiciones y el más poderoso de todos los acicates que mueve la psicología del venezolano: el personalismo.” Precisamente, tema del que habló Fermín Toro en la aludida Convención de Valencia y que le correspondió presidir, según el citado historiador.

Si vamos más atrás en nuestra historia que vista desde el actual 2021 se ve remota, aunque lo fue bastante cercana para los protagonistas del desastre de la década de los Monagas, el mediocre Julián Castro, la senil dictadura de Páez y la terrible Guerra Federal. Insistimos, si nos proponemos ver los veinte años de actividad de Bolívar, entre 1810 y 1830, es cierto que su habilidad dialéctica, su consistencia política, sus dotes de estratega, táctico y jefe militar, su férrea voluntad, su prédica con el ejemplo, entre otras virtudes, fueron determinantes para garantizar la unidad de los patriotas en la gesta liberadora, no lo es menos que fue un proceso alcanzarla, que tomó tiempo y no estuvo exento de momentos difíciles, pero además, y esto es importante, quienes lo acompañaron de principio a fin y que no  siempre  estuvieron  de  acuerdo con él -probablemente por razones más personalistas que otra cosa- cerraron filas con El Libertador porque sobre las discordancias prevaleció el amor por la libertad y la independencia.

Ahora las tres grandes interrogantes con sentido histórico que debemos plantearnos los venezolanos, que lo somos todos:

¿Costará mucho entender a los venezolanos que están en el gobierno desde hace 22 años que sus políticas no están funcionando y que el daño causado es muy grande e irreparable aplicando las mismas ideas, los mismos procedimientos, con los mismos mandos, siendo lo mejor una salida decorosa que los aparte del poder y deje algún mérito para que la historia, analizando el conjunto de sus actos entregue un veredicto veraz y comprensible, vistos los hechos en perspectiva?

Nuestra oposición, también venezolana, debe entender que no lo ha hecho bien porque ha errado en sus lecturas de aciertos estratégicos cuando fueron tácticos y con ello ha estimulado la desunión, y -más aun- que con personalismo exacerbado y sectarismo acérrimo la ha profundizado. ¿Será que llegó la hora de que entendamos que sólo si nos unimos tendremos la fuerza necesaria para ayudar a resolver un problema que es todos los que habitamos esta tierra maravillosa?

Si las dos primeras preguntas son satisfechas positivamente, la tercera es casi natural: ¿Podremos ponernos de acuerdo para celebrar unas elecciones verdaderamente libres, sin presos políticos civiles y militares, sin partidos inhabilitados o intervenidos, con una selección de rectores del CNE genuinamente comprometidos con ello?

Sí, señores del gobierno, le quitamos la palabra de la boca. Sabemos que unas elecciones libérrimas significan la salida del poder de sus actuales ocupantes y el ascenso de los otros. No obstante, todos los venezolanos tenemos el deber de interpretar que esa es la solución. Recurrimos a su vocación de hacer Historia de la buena. Cada vez nos acercamos más a la vía de la violencia. No lleguemos tarde a la cita como ocurrió con la Convención de Valencia.

Caracas, 23 de enero de 2021

*Para ver los criterios que sustenta los ascensos, basta con buscar los nombres de los generales en las listas de integrantes de sus promociones para constatar que la gran mayoría están ubicados en el orden de mérito más allá de la primera mitad o entre los últimos.

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