Exigen al nuevo Gobernador de Apure la reactivación del paso por puente internacional José Antonio Páez

Habitantes de El Amparo y Guasdualito, municipio Páez, frontera de Apure con Arauca colombiano, exigen al nuevo gobernador Eduardo Piñate, que realice las gestione y reactive el paso peatonal por el puente internacional José Antonio Páez cerrado desde 2019.

Este paso binacional está cargado de historias que reflejan la unión de dos pueblos ahora separados.

Gloria de Díaz, que viaja semanalmente a Arauca por un tratamiento médico, encuentra riesgoso el paso en canoa por el río que divide a Venezuela y Colombia. Envía un mensaje al nuevo gobernador Eduardo Piñate. Su deseo es la reapertura para el tránsito peatonal por el puente internacional José Antonio Páez.
«Mi llamado es para ustedes, señores gobernantes. Gran parte de la población de Guasdualito queremos que abran el paso peatonal por el puente internacional”, solicita Díaz.

Hay riesgo al subir los escalones de los puertos de ambas orillas. “A muchas personas de la tercera edad como yo nos cuesta ese paso por la canoa. A mí me cuesta bajar y subir esas gradas de lado y lado”, describe.

Díaz agrega: “La inestabilidad de las embarcaciones y la falta de medidas de prevención como chalecos salvavidas, incrementa el peligro”.

Los habitantes de esta frontera históricamente han tenido una relación estrecha con el río Arauca, que sirve de límite entre ambas naciones.

Para estos lugareños fronterizos lo más natural, por lo fácil, lo cerca y por ser pueblos de cultura ribereña, es cruzar el afluente en canoa.

Sin embargo, no por ser menos usado el puente Internacional José Antonio Páez, que enlaza a El Amparo venezolano y al Arauca colombiano, deja de tener importancia para esta población.

Este pórtico de hierro por donde los dos países se juntan desde hace más de 50 años, más que un puente es un símbolo, una llave que abre la puerta a una zona libre de linderos donde reside un mismo pueblo.

Por la carretera que le sirve de calzada y que pasa por un costado del pueblo, el puente donado y construido por Venezuela, entre 1964 y 1967, dista aproximadamente tres kilómetros de El Amparo.

Esta distancia y el que se le daba a la estructura para el tránsito vehicular no incentivaba, al principio, el paso peatonal. Con el tiempo y el poblamiento en las riberas bajo el puente, esta realidad se revirtió. Ya no solo era un corredor comercial, era la vía por donde habitualmente transitaba el autobús verde del Colegio Simón Bolívar de Arauca, que recogía a los niños de El Amparo inscritos en ese plantel. Era el paso de los taxis amarillos que transportaban pasajeros desde la parada Bella Vista de El Amparo hasta la plaza de mercado o el puente Córdova de Arauca.

También fue el sendero de doña Guata, residente del barrio La Granja de El Amparo. Su esposo, don Jesús Gutiérrez, la transportaba en la parrilla de la bicicleta para ir a la consulta del doctor y a comprar los remedios en la farmacia del doctor Barrientos, en Arauca.

Era la ruta de la buseta de Transporte Páez que salía de Guasdualito y pasaba por El Amparo, donde la tomaba doña Teresa Sánchez, con su cava llena de hallacas para venderlas en el restaurante del señor Murgas, en Arauca.

El cierre de frontera deja esta historia atrás. “Se siente una impotencia tan grande, hasta nuestra historia de hermandad la han afectado con este cierre”, opina José del Carmen Nieves.

Nieves es colombiano, pero casi 60 de sus 70 años de edad los lleva viviendo en El Amparo. Sus siete hijos son venezolanos y algunos viven en Venezuela y otros en Colombia.

Él y su esposa venden chorizas y hallacas y solían cruzar el puente con su bicicleta para vender en el otro lado. Ahora le toca transportarse por canoa y se le hace más dura la venta porque no puede llevar su bicicleta.

Nieves también anhela la reapertura. “Dígame, yo con la bicicleta recorría todos esos barrios, la plaza de mercado, el parque, la avenida Olaya Herrera, no dejaba negocio que no visitaba”, comenta.

Gregorio Romero, no es usuario regular del puente, pero asegura que su necesidad de este medio de comunicación es tan apremiante como la de Nieves.

El habitante de la urbanización Raúl Leoni de El Amparo, trabaja a 50 metros del río Arauca y vive de su patio habilitado como estacionamiento para los vehículos de los visitantes que cruzan la vía fluvial.

Goyo, como le dicen desde niño, todavía recuerda con tristeza la reapertura de 2016, cuando por primera vez condicionaron el paso de los lugareños por el puente José Antonio Páez.

Vía ENTRETODOSPODEMOS.COM